- ¿Cuál es la actitud adecuada para acercarse a la magia? Quiero experimentar por mí mismo todo lo que me has contado - pregunté.
Roman Korenek había estado hablando conmigo toda la tarde. Hacía un par de semanas que le había conocido. A él y a su compañera Aneta. Tomábamos una cerveza en el jardín de aquel antiguo monasterio convertido en biblioteca y museo en la subida de Petrin, junto al barrio de Malá Strana. Era un día soleado de mayo, hace ahora casi cuatro años.
Recuerdo haber pensado que nunca había hablado con nadie tan lúcido. Tenía una visión clara y profunda de las cosas y era la antítesis del erudito que utiliza las palabras para labrarse un aura de interés carente de significado. Lo contrario a un charlatán.
- Creo que si te he entendido bien vas por buen camino Pola - me contestó con su voz tranquila.
- ¿De qué camino hablas? - pregunté.
- Permeabilidad - contestó -, una forma de ver y entender que debe mantenerte permeable al mundo. El sentido del mundo siempre está dispuesto a manifestarse, a manar de la fuente que hay en lo más profundo del ser humano. Allí está la corriente común que forma parte de todas las cosas, dispuesta a fluir en momentos de plenitud y conexión especiales, llenos de significado.
El mundo siempre está hablando, siempre está preñado con la posibilidad del instante espléndido. Que no lo sintamos perpetuamente así puede ser porque estamos tan habituados a sus maravillas que ya no las percibimos como tales. Esto es por lo que según explicaba Pitágoras, no escuchamos la música de las esferas. O tal vez sea porque hayamos dormido esa capacidad, que en cualquier caso puede volver súbitamente en un momento de profunda claridad.
Para mantenerte atento a los mensajes del mundo es importante saber integrar en lugar de fragmentar. Así cada cosa se muestra en conexión con lo demás y no como algo unívoco, sino como una puerta a intuiciones más profundas.
No somos testigos pasivos del mundo, Pola. En nuestro percibir y comprender participamos de él. Así que se petrificará a tu alrededor si te propones entenderlo demasiado racionalmente, pues tus categorías lo encasillarán. Debes alimentar lo que John Keats llamaba la capacidad negativa; ser capaz de instalarse cómodamente en la incertidumbre, la duda y el misterio.
Es como el horizonte nocturno sobre el mar - me dijo tras una breve pausa -, intuido más que percibido. En la negrura es invisible pero aun así está presente; real, pero una ilusión debida a la posición desde la que observas; lineal y recto en apariencia, pero curvo si amplias tu perspectiva. Y es todo esto a la vez, además de una línea diurna de separación que en el crepúsculo se desvanece para dejar fundidos el cielo y la tierra.
Así que, amigo mío, mantén la ductilidad de tu espíritu, la atención vigilante y el sentido de la oportunidad. Esta es la inteligencia astuta que los griegos llamaban metis - explicó -, una capacidad de asirte la realidad pero de manera cómplice, ambigua y dúctil. Te permitirá la comprensión allí donde ninguna solución se abriría en el intelecto común.
Me quedé meditando su respuesta y sonrió:
- Déjate llevar Pola - terminó -, ya te digo que vas por buen camino. Hazte cómplice de la realidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Pola, excelente! Me quedó, sobre todo, aquello de permanecer permeable a la realidad!
Saludos!
M.
Gracias por el comentario Mahatma.
Me alegra mucho saber que te ha gustado y me encantaría tenerte por aquí a menudo.
Bienvenido.
Publicar un comentario