Mientras Elyse dormía en su turno, me senté cerca de ella a meditar sobre lo que habíamos descubierto. Tenía miedo de centrarme en sutilezas y perderme el gran meollo, el conocimiento importante que podría obtener de esta búsqueda. Si ocurría así, más me valdría haberme ido de vacaciones a la costa.
Cuando el cielo comenzó a verse de color azul oscuro, sentí una fuerte presencia detrás de mí. Era un hombre de aspecto hindú y rostro muy sereno. Llevaba dos cuencos de arroz, uno en cada mano. Me saludó por mi nombre y se sentó junto a mí, ofreciéndome el cuenco que llevaba en su mano izquierda. Todas las fibras de mi ser me decían que era Padmasambhava, quien según la leyenda, al abandonar el Tíbet prometió que regresaría todos los meses el décimo día de la luna creciente para bendecir a quienes invocaran su nombre.
Le agradecí el arroz y comenzamos a comer lentamente. Aquella comida restauró todas mis fuerzas.
Le conté mi encuentro con la criatura del laberinto. El asintió y me dijo que no debía meditar sobre aquello que era mera apariencia, ya que todo son manifestaciones de la realidad última, de la Unidad. Todo es Brahman.
Me explicó que la misma creación del mundo se realiza por el autosacrificio de Brahman, entendido como acto sacralizador, mediante el cual el Dios se convierte en el mundo. Así, Brahman es el gran mago que se transforma en el mundo realizando esta hazaña con su mágico poder creativo.
Me explicó que el concepto maya significaba el poder y la fuerza del mago divino, pero que con el tiempo ha llegado a significar el estado mental de cualquiera que se halle bajo el encanto de su obra mágica, confundiendo la multitud de las formas del mundo con la realidad última. Todas las formas son el relativo y fluido maya conjuradas por el gran mago. Lila es el nombre que recibe este proceso rítmico y dinámico.
Pensé que no era diferente del taoismo donde la realidad última es el Tao y su potencia creativa inagotable, mediante la cual se crean todas las cosas, recibe el nombre de Te.
Tampoco diferente a la cábala, donde el mundo es la manifestación de un proceso dinámico resultado de Dios actuando sobre sí mismo.
Entendí que participar de este poder creativo era la función del clavo y él asintió. Le pregunté entonces quién había elaborado algo así. Él me dijo que la pregunta era más bien por qué se habían dejado de fabricar artefactos como aquel, dándome a entender que no se trataba de una excepción llevada a cabo por un artífice increíblemente sabio, sino que fue un conocimiento más extendido. Me explicó que sus propios conocimientos sobre el tema los transmitió a su esposa, la princesa Ye-shes Tsho-rgyal, quien fundó una escuela de tantra encargada de guardar los "tesoros ocultos" para cuando el mundo necesitara de ellos. Pensé que esa escuela debía seguir existiendo.
Con el silencio que siguió me incitaba a que la buscara algún día.
Se levantó para marcharse, llenando antes de nuevo mi cuenco con arroz para que se lo diera de comer a Elyse cuando despertara.
Después, cuando el sol comenzó a despuntar, se desvaneció.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario