jueves, 21 de junio de 2007

La fascinante Etiopía del profesor Mengistu

Cuando comencé a profundizar en el simbolismo de las leyendas del Grial y del reino del Preste Juan me encontré con algunos estudios publicados por un profesor de la universidad de Gondar, ciudad del noroeste de Etiopía. Era el profesor Bogale Mengistu, historiador y antropólogo, especialmente interesado en todo lo concerniente a las peculiaridades y las leyendas de su país, dicho sea de paso, el único de todo el continente africano que nunca ha sido colonizado. Sabía que había oído ese nombre alguna vez y tras unas averiguaciones recordé quién lo había nombrado: aquel que fue mi maestro y amigo en Praga, Roman Korenek. Si había habido alguien en mi vida que siempre tuvo una visión profunda del mundo y era sensible a los mensajes que le pudieran ser revelados, ése había sido Roman. Desde que le conocí mi objetivo había sido parecerme a él. Recordé que no sólo había seguido los estudios del profesor Mengistu, sino que incluso habían llegado a encontrarse en alguna ocasión.

En sus publicaciones, además de sus estudios sobre las leyendas y la búsqueda del Preste Juan en Etiopía, el profesor se había centrado en las peculiaridades de la riqueza religiosa de su país.
El cristianismo en Etiopía sigue el credo monofisista, según el cual Cristo no era hombre y Dios, dos naturalezas en una única persona sin confusión, sino que ambas naturalezas se encontraban confundidas de modo que la humana quedaba absorbida en la divina. Este credo fue condenado por el concilio de Calcedonia en el año 451 como herejía.
Además sus costumbres y ritos han quedado muy impregnados por las antiguas costumbres hebreas, valga como ejemplo el hecho de que en las iglesias etíopes se guarda una réplica del Arca de la Alianza a la que sólo tienen acceso los monjes. En relación al Arca, según las leyendas del país, se cuenta que Menelik I, hijo de la reina de Saba y del rey Salomón y mítico fundador del imperio etíope, había robado el Arca del templo de su padre en Jerusalem y la había llevado hasta su país. Allí había permanecido primero en una de las islas del lago Tana, fuente del Nilo azul, concretamente en la isla de Tana Kirkos, antiguamente llamada Debra Sehel, que significa monte del perdón. Permaneció allí hasta que en el siglo IV el rey Ezana fue convertido al cristianismo por el monje sirio Frumencio y llevó el Arca hasta su capital Aksum, donde según las creencias de la zona, continua custodiada en una iglesia.
Todavía en la actualidad existe una antigua comunidad judía en Etiopía; son los falashas, muchos de los cuales han emigrado a Israel.
También estudió Mengistu a otro grupo religioso aún más curioso que los falashas; era los qemant, quienes al parecer siguen un culto hebreo pagano. Sus creencias religiosas incluyen el culto al aire libre en arboledas plantadas por los fundadores en los lugares apropiados que les fueron revelados en sueños. Explicaba que según sus leyendas, el culto había sido traído por su fundador desde Canaán y que veneraban a un único Dios omnipresente, aunque asistido por sus ángeles. Comparten muchas costumbres de restricción alimentaria y el descanso del Sabat con los falashas. Mengistu había documentado los ritos que aún practicaban y había visitado un lugar en el que los qemant conservan uno de sus árboles sagrados, llamados qole, que según ellos alberga un poderoso espíritu. Era una antigua acacia cuyas ramas estaban engalanadas con tiras trenzadas de telas de colores.
La idea que impregnaba los textos de Mengistu era la búsqueda de puntos comunes y universales en todas las creencias que estudiaba y compartía la idea del metafísico francés René Guénon, a quien citaba en sus trabajos a menudo, de que existe una sabiduría primordial que corre como un río subterráneo por creencias de todo el mundo y que aunque se encuentre velada, está salvaguardada en su forma original por unos pocos en estos tiempos de pérdida del sentido de lo sagrado. En este sentido analizaba René Guénon las leyendas del Grial y del reino del Preste Juan. Hablarían en forma simbólica de la pérdida del sentido de la eternidad por parte del ser humano.
Explica en su libro el rey del mundo, que en la versión del Parzifal de Eschembach, el Grial es una copa tallada a partir de una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer en el instante de su caída. Según otras leyendas se afirmaba que el Grial había sido entregado a Adán pero que no pudo llevarlo consigo cuando fue expulsado del paraíso. Así, desde el momento de su expulsión, el ser humano pasa a estar confinado en la esfera de la temporalidad, en la circunferencia, habiendo perdido el centro, "incapaz de alcanzar el punto desde le cual observar todas las cosas bajo su aspecto eterno." Este es el estado primordial que el Grial puede restaurar y que según Guénon es el primer estadío de la verdadera iniciación. Según la tradición, Seth hijo de Adán, consiguió entrar al paraíso y llevarse el Grial. Así él y quienes lo custodiaron después de él, establecieron un centro espiritual en la tierra destinado a reemplazar el paraíso perdido. Explica que "la posesión del Grial representa la conservación íntegra de la tradición primordial."

Tras leer todo lo que pude conseguir sobre el profesor Mengistu decidí ponerme en contacto con él y llamé a la universidad de Gondar. Me atendió muy amablemente. Cuando le expliqué que había "estudiado" con Roman y el interés que tenía en sus trabajos, su tono cambió. Más pausadamente me explicó que estaría encantado de hablar conmigo, aunque el teléfono no era el modo más apropiado. Me dijo que si estaba realmente interesado viajara a Etiopía donde podríamos hablar con tranquilidad, y con un tono más misterioso comentó:
- qué fascinante que te pongas en contacto conmigo precisamente ahora.
Conseguí un vuelo hacia Addis Abeba para el diecinueve de diciembre. En cuanto al profesor Mengistu, jamás llegué a verlo.

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