lunes, 28 de mayo de 2007

Aión

Comencé mi búsqueda de Aión en la biblioteca de la torre. Leí que era la eternidad entendida como un ciclo, el del eterno retorno. Rodeado con la serpiente que se muerde la cola o sosteniendo el zodiaco, es el dios que es tiempo no lineal, aquel que sólo muere para volver a nacer, que se hace transparente para nosotros a veces en esos instantes de especial profundidad o significado... como la primera vez que vi a Olympia. Y desde entonces cada vez que la veo. En su presencia el discurrir del tiempo se esfuma y todo se muestra más real. Ella quita de mis ojos una venda que me hace creer que ando en linea recta para mostrarme que en realidad vagabundeamos por un jardín cuyas puertas siempre están abiertas. Cuando la conocí fui consciente de que entre otras muchas cosas era como una revelación y que si era capaz de aprender lo que me mostraba, tal vez podría parecerme a ella y no volver a llevar la venda jamás. Llegar a ser como ella es abandonar Kronos y encontrar Aión. Pero ser como Olympia no es fácil.
También leí que cuando Alejandro Magno fundó la Alejandría de Egipto, consagró la ciudad a Aión el eterno para asegurar su perdurabilidad. Y allí se llevaba a cabo un rito que tenía lugar en la noche del cinco al seis de enero. En él se conmemoraba el nacimiento de Aión, hijo de la Virgen, el Eterno, homólogo de Osiris cuya muerte y renacimiento también se celebraba en esos días cercanos al solsticio de invierno. En Alejandría se oraba en el templo de la virgen, el Koreion, durante toda la noche y después se descendía a una cripta que guardaba la estatua de un niño recién nacido con una cruz y una estrella de oro en su frente, sus manos y sus rodillas. Se decía entonces: "la Virgen ha traído al mundo la luz, ha traído a Aión" y comenzaba un nuevo ciclo del sol con el alargar de los días.
Pero los textos que más llamaron mi atención fueron aquellos de Henry Corbin que hablan de las experiencias de los visionarios que fueron capaces de "salir del tiempo homogéneo de la cronología para entrar en el tiempo cualitativo del alma." Allí donde lo que se experimenta no penetra a través de nuestros sentidos y es interpretado por nuestro intelecto, sino que es captado por nuestra alma mediante su propio órgano de conocimiento, la Imaginación activa o Imaginatio vera, que no fantasea una realidad inventada, sino que desvela la verdadera profundidad de lo real al alma dispuesta a reconocerse como perteneciente a ese mundo. Llegaban así a una dimensión que es llamada por muchos nombres según las diferentes tradiciones: Hurqalya, mundo del Malakut y alam al-mital, entre otros. Aquel capaz de entrar en el tiempo cualitativo, en el mundo del Alma, se encuentra ante el anticipo de su propia eternidad.
Habla en sus libros de las experiencias de aquellos que como nosotros al descender a la morada de la Señora del laberinto, habían penetrado en el Otro lado, pero hasta un lugar "en la parte convexa de la Esfera suprema" donde se experimenta una plenitud completa, donde el peregrino lleva a cabo la transmutación de su alma, viste su Traje de Luz, alcanza la Naturaleza Perfecta.
Recuerdo que precisamente en aquella profunda caverna a la que descendimos sentí que no estaba preparado para aprender lo que allí me pudiera ser mostrado y volver, pues me sentía incompleto. Y fue esa sensación, que se mantenía tras regresar, la que me llevó a plantearme la pregunta de qué hacer para completar mi camino; y me fue respondido que debía encontrar Aión.
Si quiero completar mi camino debo convertirme en un peregrino y buscar esa tierra del Alma. Se cuenta que en ella se produce el encuentro entre el buscador y su ángel, su daena, su tiempo eterno. Cuando se reconocen mutuamente componen un solo todo, la coagulación filosófica de los alquimistas.
La noche que le conté todo esto a Olympia me sonrió y llevándome de la mano me dijo:
- Hasta que la encuentres yo seré tu daena.
Y me mostró un anticipo de la eternidad.

sábado, 19 de mayo de 2007

La pregunta de Perceval

Hay cierta tirantez en mi ánimo que me es difícil expresar. La certeza de que tras la visita a Cnosos algo comenzó que debe ser concluido, una necesidad del alma. Y esa sensación tira de mí aún no sé bien en qué dirección. Expresado de esta forma puede parecer algo angustiante, pero no es así. Es realmente fascinante, alentador. Puro anhelo de conseguir lo que puede ser conseguido, que me insta a ponerme de nuevo en camino. No quiero dar tumbos, ni extraviarme en un laberinto de reflexiones estériles. Ángelo con sus visitas en los momentos oportunos me ha mostrado cómo funciona mi espíritu; una pregunta debe ser formulada y ella se convierte en la semilla con la que comenzar o continuar la búsqueda. Y la primera respuesta será un principio, una aproximación.
Dicen que las buenas preguntas llevan implícita su propia respuesta y al pensar en esto me vino a la cabeza una vieja historia que habla también de una pregunta y una búsqueda: La Búsqueda.

Cuenta Chrétien de Troyes en su Perceval, el cuento del Grial, como el joven caballero visita al afamado Rey Pescador en su castillo. La vitalidad de todos sus dominios decae y hasta su castillo se derrumba comprometido por el propio estado del monarca, afectado de una extraña enfermedad que le ha dejado terriblemente envejecido y debilitado. El renombre del rey atrae a muchos caballeros, pero al contemplar su estado éstos olvidan qué los había llevado hasta allí y tratan de reconfortar al rey y no importunarlo, lo que paradójicamente no hace más que empeorar su salud y la del reino. El propio Perceval se conduce de esta manera en su primera visita, pero tras partir es recriminado por su prima que le muestra cuál ha sido su error:

"¡Ay! ¡Desdichado Perceval!
¡Qué infortunado eres ahora
por todo lo que no preguntaste!
Hubieras podido enmendar tantas cosas
al buen rey que se encuentra tullido,
pues habría recuperado del todo
el poder de sus miembros y de su tierra,
¡y grandes bienes tú habrías conseguido!".

Así, en la segunda ocasión en la que Perceval se encuentra con el Rey Pescador le formula la pregunta necesaria. Y tan necesaria era, tan correcta, que sólo con pronunciarla el rey sana y rejuvenece y con él todo su reino.
La pregunta necesaria y correcta no es sólo que lleve implícita su respuesta, sino que el hecho de ser capaces de plantearla hará que despliegue todo su potencial de trasformación. Sobre nosotros, sobre el mundo.
Nada de rodeos entonces. Si sabía qué quería lograr sabía qué debía preguntar.
Por eso estuve horas meditando aquella tarde el la piscina de la torre; interrogué primero al agua, luego al fuego, y cuando se hizo de noche a las estrellas:
- ¿Qué debo hacer para completar mi camino?

Esa noche tuve un sueño. Tenía en mis manos un libro que leía con mucha atención, pues cada una de sus sentencias se me antojaba una profunda Verdad, así, en mayúsculas. Sintiendo que empezaba a despertarme me esforcé por recordar lo que había leído y mientras el sueño me abandonaba conseguí recordar las dos últimas frases. Sin embargo, al despertar por completo, la primera de ellas se desvaneció y me concentré en evitar que la última siguiera el mismo camino. Para evitarlo la repetí y repetí una y otra vez mentalmente hasta convencerme de que no desaparecería. Y no lo hizo. Esa sentencia decía:
"Si quieres completar la Obra debes abandonar el reino de Kronos y encontrar Aión".
Allí la tenía; la primera respuesta a mi pregunta. Mi semilla.

 
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